Para las madres primerizas, dar el pecho es un gran misterio
difícil de afrontar, además de una gran responsabilidad, puesto que hacerlo
incorrectamente supondrá no estar alimentando adecuadamente a nuestro bebé.
Saber cuál es la mejor postura, cuánta cantidad darle, qué se debe comer y qué
no, qué hacer cuando se vuelve al trabajo… son muchas las inquietudes que
rodean este tema, pero para todas ellas hay una solución
¿Cuál es la mejor postura?
La mejor es aquella que te permita estar cómoda y relajada.
Lo más adecuado es que el cuerpo de la madre y el bebé estén frente a frente.
Suele ser más placentero apoyar la espalda y los brazos en una almohada.
También se le puede dar el pecho tumbada, especialmente los primeros días tras
el parto y en las tomas nocturnas.
Además de la posición, también se debe cuidar el ambiente.
Es muy recomendable intentar elegir un lugar tranquilo, con luz suave, para
estar relajada y dedicar así el tiempo necesario al amamantamiento.
Para saber si el niño está bien enganchado, tu cuello debe
quedar derecho y ligeramente curvado hacia atrás, y su cuerpo estar vuelto
hacia ti, cerca del tuyo y bien apoyado. La cabeza, el hombro y el cuerpo de tu
bebé deben estar en lí¬nea recta. El recién nacido debe ser capaz de prenderse
a tu pecho sin tenerse que estirar o torcer.
Acerca a tu niño al pecho y toca su labio inferior con el
pezón. En cuanto abra la boca, empújale hacia ti para que se prenda. Tu pezón
debe estar dirigido hacia el paladar de su boquita. Sabrás que lo has hecho correctamente
si se cumple lo siguiente:
- El mentón del bebé está tocando el pecho.
- Su boca está muy abierta.
- Su labio inferior se vuelve hacia fuera.
- Puedes ver más superficie de la areola por encima que por
debajo de su boquita.
- No sientes ningún dolor.
Un bebé que mama
correctamente empieza con sorbitos breves y continúa con sorbitos profundos
lentos con pausas. Puedes ver y oír cómo traga. Además, dar el pecho no te debe
causar dolor. Un pezón algo sensible es normal durante los primeros días, pero
pezones dañados, sangrientos o agrietados no son lo normal. Y no lo olvides:
¡lleva el niño al pecho y no el pecho al niño!
¿Cuándo hay que darle el pecho?
Lo mejor, al menos las primeras semanas, es darle de mamar
cuando lo pida y olvidarse de horarios. La mayoría de recién nacidos a término
y sanos saben perfectamente cuándo necesitan comer, durante cuánto tiempo y qué
cantidad. Al principio, tu bebé hará unas 6 u 8 tomas al día. Dale el pecho con
la frecuencia y la duración que quiera, también de noche. A medida que crezca,
disminuirá la frecuencia de las sesiones.
Los bebés tardan aproximadamente 5 minutos en extraer
prácticamente toda la leche y otros 5 en succionar la cremosa leche del final
de la toma. Lo que suma unos 10 minutos en cada pecho. En cualquier caso,
depende de cada bebé y no estará mal nutrido si emplea menos tiempo. Y, por
supuesto, si han pasado los 10 minutos y continúa tranquilamente mamando, nunca
le retires el pecho.
Es importante que tu niño vacíe totalmente un pecho antes de
ofrecerle el otro, puesto que la leche del final es más rica en grasa y tiene
mayor aporte calórico, lo que le producirá mayor sensación de saciedad. Por
ello el amamantamiento debe durar hasta que el bebé vacíe, al menos, un pecho;
la siguiente toma siempre comenzará por la última mama que se le ofreció.
¿Cómo saber si engorda adecuadamente?
Esta es probablemente la mayor preocupación de cualquier
madre, saber si su niño está ingiriendo la cantidad necesaria de leche y si su
crecimiento es el adecuado. Para comprobarlo, hay una serie de indicaciones:
• El bebé moja uno
o dos pañales los primeros días, mientras está recibiendo calostro.
• Después, durante
el tercer y cuarto día, de seis a ocho pañales.
• Al menos de dos a
cinco deposiciones cada 24 horas durante los primeros meses, aunque algunos
bebés cambian a deposiciones menos frecuentes y mayores hacia las 6
semanas.
• Toma el pecho con
frecuencia, un promedio de 6 a 10 sesiones cada 24 horas.
• Se le oye tragar
cuando está mamando.
• Gana al menos de
120 a 210 g por semana tras el cuarto día después del parto.
• Está despierto,
activo, tiene buen aspecto, buen color y la piel tersa. Crece en longitud y su
cabeza aumenta de tamaño.
Aún así, el crecimiento del niño debe controlarlo el
pediatra. No debes obsesionarte con el tema y pesarle cada día en la farmacia.
De hecho, pasado el primer mes no es necesario pesarle cada semana, salvo
circunstancias especiales.
¿Qué hago si me pongo enferma?
Las enfermedades comunes, como un catarro, no impiden que
sigas dando el pecho, aunque probablemente te encuentres más cansada. Pide
ayuda para que te lleven al bebé a la cama o sácate la leche para poder dormir
más horas y que tu pareja se encargue de darle alguna de las tomas. Algunos
medicamentos sí están contraindicados durante la lactancia, consulta a tu
médico antes de tomar cualquier fármaco.
¿Puedo beber alcohol?
No, el alcohol pasa a la leche al igual que a la sangre, por
lo que le llegaría a tu bebé. Aunque antes se creía que la cerveza estimulaba
la producción de leche, se ha demostrado que no es cierto, por lo que deberás
esperar a dejar de dar de mamar a tu pequeño para poder volver a tomarte una
copa de vino.
¿Puedo seguir amamantando si me quedo embarazada?
En principio sí se puede, no hay ningún inconveniente físico
ni médico. El problema es que durante el embarazo hay niveles de estrógeno
placentario y otras hormonas que disminuyen la producción de leche y cambian
algo su sabor, se vuelve a producir calostro. Algunos niños notan esos cambios
de sabor, lo rechazan y se destetan, otros no, y otros lo rechazan primero pero
"se reenganchan" después. En otros casos a la madre le viene peor por
ser sus pezones más sensibles, pero muchos niños siguen mamando y la succión
remonta la producción de leche. Sí se debe dejar de dar el pecho cuando hay amenaza de
aborto. Si se notan contracciones, la succión estimula la producción de
oxitocina, por lo que en algunos casos será necesario suspender la lactancia.
¿Qué hacer cuando rechaza el pecho?
Normalmente, el bebé rechaza el pecho a causa de una mala
postura, alguna enfermedad o, simplemente, porque prefiera el otro pecho. Una
vez descartadas enfermedades o corregida la postura, un niño puede continuar
alimentándose sólo de un seno. El único problema es que el tamaño de este pecho
será mayor que el otro lo que puede llegar a ser un problema estético, que se
corregirá solo una vez se termine la lactancia.
El rechazo de ambos pechos puede ocurrir porque el niño esté
enfermo (tiene la nariz tapada por mocos...) o, lo que es más frecuente, debido
a algún cambio que le ha molestado y que ha podido pasar desapercibido:
menstruación, nuevo embarazo, cambios en el sabor de la leche por los alimentos
consumidos, cambio de jabón o desodorante, estrés materno, trastorno en la
rutina del bebé, etc.
El rechazo bilateral suele ser pasajero, hay que tener un
poco de paciencia y asegurar un ambiente relajado y tranquilo durante las
tomas. También puedes probar a darle el pecho adormilado y probar diferentes
posturas. Si nada funciona, existen una serie de trucos que puedes intentar,
como untar de leche el pezón para animarle a que se agarre o extraerte la leche
y ofrecérsela con un vaso o una cuchara (los biberones y tetinas pueden
empeorar la situación).
La “crisis de los 3
meses”
A esta edad, los bebés suelen tener unos días raros, están
más inquietos, lloran más, se agarran peor al pecho, duermen menos…
Posiblemente esto se debe a la maduración de su cerebro.
En esta crisis de los 3 meses, el bebé reclama mamar más a
menudo (lo que la madre interpreta como que tiene hambre), pero ella a su vez
se nota el pecho menos lleno. El resultado es que muchas madres deciden dejar
de dar de mamar, lo cual es un error.
En realidad, el bebé pide más porque está creciendo y su
apetito aumenta, y la madre nota menos leche porque a esa edad la producción se
ha adaptado ya a las necesidades del bebé, ya no gotea, ni se tienen los pechos
tan llenos, ni se nota tanto la subida de leche... Además, el lactante vacía el
pecho con más eficacia, tarda menos tiempo y hace más rápida la toma.
De modo que lo adecuado es intentar adaptarse al bebé. Si
pide más pecho porque necesita comer más, la solución es ponerlo más tiempo
para que aumente la producción. Si en lugar de pecho le damos un biberón, esto
hará que no aumente la leche y empeorará las cosas.
Mi hijo me muerde ¿qué debo hacer?
Como es muy doloroso, lo más normal es que reacciones con
violencia y te enfades, pero no debes gritarle al niño ni regañarle, está claro
que él no se da cuenta del daño que te produce. Para lograr que no vuelva a
pasar, debes:
1.- Decir “¡No!” seco y claro.
2.- Poner cara seria mirándole a los ojos.
3.- Quitarle el pecho de la boca (pero sin quitarlo del
regazo).
Los mensajes no verbales (gestos) refuerzan tus palabras y
ayudan al bebé a comprender. A fin de cuentas, es pequeño y no sabe que
duele... Luego debes ofrecerle el pecho de nuevo a la vez que dices "no
muerdas". Suele ser necesario repetir pero en pocas sesiones aprenden la
lección. Si se asusta cuando le digas “¡No!”, consuélale pero sin ponerle a
mamar al momento. Espera que se tranquilice antes de ofrecerle el pecho.
Tengo el pezón plano
o invertido, ¿podré dar de mamar?
La forma del pezón no suele representar un problema para la
lactancia. La mayoría de los casos de pezones planos se solucionan cuando el
bebé empieza a mamar, aunque hace falta un poco de ayuda los primeros días para
que el recién nacido se agarre al pecho.
Puedes hacer una prueba: aprieta con los dedos índice y
pulgar en dos puntos opuestos de la areola y observa qué ocurre con el pezón:
• Si sale hacia fuera, no es un pezón invertido, solo
aplanado. Se resolverá poco a poco.
• Si se hunde más, es un pezón invertido
"verdadero" (no protráctil) y será más difícil conseguir que el niño
se coja bien, pero no imposible.
En el primer caso, lo que habrá que cuidar al principio de
la lactancia es que el bebé abra mucho la boca, luego, al iniciar la succión se
crea un vacío y el pezón va saliendo poco a poco. También se han diseñado
dispositivos para sacar el pezón, por medio del vacío.
En el segundo caso, el pezón por dentro de la areola
dificulta que el pequeño se coja, por tanto puede ser necesario recurrir al
sacaleches. También puede intentarse con pezonera los primeros días; en muchos
casos esto consigue que el bebé aprenda a cogerse y va formando algo de pezón.
Aunque no son esenciales y no siempre son eficaces, causando en algunas mujeres
molestias y dolor. Si es tu caso no las emplees.
Sólo en raras ocasiones la lactancia no es posible
directamente del pecho.
Me duele mucho el pecho
Un pecho puede inflamarse y doler por varios motivos:
ingurgitación u obstrucción de un conducto e infección (mastitis).
La ingurgitación ocurre cuando los pechos producen más leche
de la que el lactante extrae, aumentando ambos de tamaño y provocando dolor.
Esto suele ocurrir al comienzo de la lactancia con la “subida de la leche”. Se
da más frecuentemente en el primer hijo y cuando durante los primeros días se
amamanta al bebé con horarios rígidos y pocas tomas al día o se le ofrecen
suplementos de suero. En épocas posteriores de la lactancia es más raro, pero
puede pasar si hay separación momentánea de madre y lactante o si el bebé mama
menos por enfermedad u otro problema.
La solución es simple: extraer la leche (amamantando o con
sacaleches) y calmar el dolor (antiinflamatorios y frío local).
La mastitis es la obstrucción de los conductos, normalmente
provocada por una infección, en una parte de un pecho que está más roja y
endurecida de lo normal y provoca dolor localizado. Se puede acompañar de
fiebre y molestias como las de la gripe (dolor de huesos y articulaciones). El
tratamiento fundamental será el mismo de la ingurgitación: extraer la leche con
mucha frecuencia y calmar el dolor mediante antiinflamatorios. A menudo es
también útil masajear la zona inflamada con suaves presiones hacia el pezón,
tras aplicar calor en la zona. Si el amamantamiento resulta muy doloroso en el
pecho afectado, se le puede ofrecer primero el otro al bebé para que las
primeras succiones, que son más vigorosas, las realice en el pecho que no
duele. En cuanto se note la subida de la leche, se cambiará al bebé de mama
para que vacíe mejor el pecho infectado.
La leche del seno enfermo es ligeramente más salada, por lo
que puede haber problemas de rechazo del lactante a mamar de ese lado, lo que
obligaría a la utilización más frecuente del sacaleches.
Si el problema no se resuelve en 24 horas, habría que tratar
la infección con antibióticos, que suelen ser compatibles con la lactancia.
Tengo poca leche
En general, todas las madres producen la cantidad exacta de
leche que necesitan sus bebés. Cuando una madre nota que tiene poca leche, lo
habitual es que se deba a que la posición al dar de mamar es incorrecta, por lo
que el bebé no vacía bien las mamas y éstas dejan de producir la cantidad
necesaria; que la madre no sienta la “subida” y crea que tiene poca cantidad
aunque no sea así; o que el niño haya crecido y necesite más cantidad.
Para solucionar este problema, se debe poner al pequeño a
mamar siempre que lo requiera y asegurarse de que se agarra bien. Dándole el
pecho a menudo, se estimula la producción y se asegura el funcionamiento de las
hormonas de la lactancia. Puede ser útil, además, usar un sacaleches para
vaciar del todo los pechos y estimularlos a que fabriquen más.
¿Y si son gemelos?
Como decíamos antes, el cuerpo es muy sabio y produce la
cantidad necesaria para alimentar a un bebé, por lo que si vienen dos, se
producirá el doble. Simplemente, tendrás que cogerle el truco y podrás incluso
darles de mamar al mismo tiempo.
Al principio conviene que se
enganchen al pecho por separado. Te resultará más fácil y además te permitirá
conocer a cada uno. Cuando tengas más maña, puedes amamantarlos al mismo
tiempo. Para ello túmbales de lado, uno bajo cada brazo y con las cabezas hacia
delante, apoyadas en almohadones. Si uno come más deprisa, ponle al pecho en
último lugar, así estimulará la producción de leche.
¿Hay que darle agua?
Normalmente, con el pecho no hace falta darle agua, incluso
en climas muy calurosos, pero cuando empieza con la alimentación complementaria
sí se puede comenzar a ofrecérsela.