miércoles, febrero 18, 2015

Cómo ayudar a nuestro hijo a adaptarse al jardín maternal o guardería

"La integración del niño al jardín debe ser despacio, gradual, respetando los tiempos y brindándoles todo el apoyo que necesiten."


El iniciar un jardín maternal o jardín de infantes es algo muy importante para el niño, ya que es el comienzo de su socialización fuera del círculo familiar. Y es fundamental que los padres acompañen durante toda esta etapa con mucha paciencia y amor.

Durante la adaptación del niño al jardín o guardería nos encontraremos con muchos sentimientos, tanto del lado de los padres como de los niños: miedos, ansiedades, dudas, y también alegrías y sonrisas.

El principal temor de los niños es separarse de su familia y que no lo vuelvan a buscar y por consiguiente no volverlos a ver. Por eso es muy importante estar seguros de lo que estamos haciendo, para poder transmitir esa seguridad al niño.

Consejos para ayudar a la adaptacion en jardines de infantes


  • Lo mejor es hacerse de un tiempo y organizar las actividades para poder acompañar al niño durante todo este proceso, no es conveniente que durante la adaptación lo lleven o lo retiren personas que no son del círculo cercano al niño.
  • No hay una forma única en que la adaptación resulte eficaz, cada niño es diferente, por lo que cada adaptación también lo es.
  • Lo que si hay son pautas generales que podemos cumplir para ayudar a nuestro hijo a transitar este nuevo camino en su vida.
  • Antes de dejarlo por primera vez, es conveniente ir con el niño con anterioridad al jardín, presentarle a su maestra, compañeros, y todas las instalaciones, haciendo hincapié en todas las actividades que podrá llevar a cabo en ese lugar y por supuesto, hacer que el se presente con su nombre.
  • Comience llevando al niño solo unas horas, para ir aumentando el tiempo poco a poco, y es mejor llevarlo todos los días en lugar de hacerlo día de por medio.
  • Si el jardín lo permite, dejar que el niño lleve un muñeco, juguete u objeto que lo mantenga “unido” a su familia.
  • Hay instituciones que en los primeros días de adaptación los padres se quedan con el niño. En este caso, no hay que tomar una actitud pasiva, sino incorporarse a las actividades de la sala junto al niño, con el correr de los días, el tiempo en que los padres se van quedando en la salita se va acortando, hasta que los niños se quedan solitos.
  • Despídase del niño en la vereda con un beso y no haciendo largas charlas en la puerta del establecimiento. Ellos necesitan sentir que Ud. está segura de lo que está haciendo.
  • Prométale ir o hacer alguna actividad que le guste cuando lo vaya a buscar y cumpla!!! El niño así sentirá que le dicen la verdad.
  • Pídale que le cuente que es lo que ha hecho y préstele atención, así sabrá que se interesa por lo que hace cuando están separados.
  • Hable con la docente, participe de actividades si el establecimiento las realiza.
  • Averigüe como son los momentos y las canciones que cantan, para que pueda hacerlo luego en casa con el niño.
  • No lo saque apresuradamente del hogar para llevarlo al jardín, trate de organizarse y hacer las cosas con tiempo y de forma tranquila, para no provocar ansiedad o nerviosismo que no ayudará al niño.
  • Cumpla con las pautas de la maestra, ellas saben como ayudar a su hijo en la adaptación.
  • Trate de estar en contacto con la docente y si le solicita algún tipo de material o recurso para una actividad diferente, no olvide enviarlo o su niño se sentirá “diferente” al no contar con lo que necesitaba para trabajar.
  • No hay que desestimar la aparición de algunos dolorcitos de panza o pequeñas fiebres causadas por la misma ansiedad y nervios que tenga el niño. También puede ocurrir que vaya los primeros días contento y luego comience a llorar y a no querer asistir. Estos síntomas desaparecerán a medida que el niño se sienta más tranquilo y comience a ir con mayor seguridad y alegría al jardín.

viernes, abril 19, 2013

Mi hijo y niña lloran y no quieren ir a la escuela


Conoce qué puedes hacer si tu niño llora y no quiere ir a la escuela, ya que es un problema más común de lo que pensamos. El primer día de escuela es algo difícil para cualquier niño, por lo que no es nada raro ver llanto y reticencia de los menores para quedarse en el colegio, especialmente en los grados de kínder y preprimaria.


Sin embargo, para algunos padres y niños la experiencia de angustia del primer día de clases se puede repetir una y otra vez a lo largo del año escolar, niños que lloran desconsolados al dejarlos en la puerta del colegio y que se reúsan a ir a clases mientras sus madres se quedan con el alma en un hilo por ver llorar a sus pequeños.

De acuerdo a la Psicóloga Infantil Sandra Nava, es muy común que esto suceda en niños entre los 3 y 5 años de edad, en especial cuando se trata del primer hijo en un matrimonio.
“Es muy común que los niños que van al colegio experimenten angustia en un inicio, no todos manejan las emociones de igual manera, pero pueden manifestarlo por medio de llanto y ese deseo de no ir a la escuela. Esto sucede sobre todo con los primeros hijos de un matrimonio, ya que en su caso todo es nuevo para los padres y para los niños y de manera inconsciente la angustia de los padres es transmitida a los pequeños”, comenta la psicóloga.

El tiempo promedio que un niño presenta problemas de angustia de separación de sus padres al ir al colegio es de 7 a 15 día.         “Los niños se adaptan muy fácilmente a su entorno, y eso les va dando seguridad, con lo que se eliminan las angustias y el deseo de no ir a la escuela”, 
·         Sin embargo, la especialista asegura que hay cosas que se pueden hacer incluso antes de que su niño vaya a la escuela para evitar ese sentimiento de angustia, por ejemplo:

  • ·         Mostrarle cual va a ser su escuela pasando por ahí en el auto
  • ·         Hablarle con entusiasmo de las actividades que realizará en el colegio
  • ·         Darle confianza sobre sus maestros y el personal escolar, asegurándole que todo va a estar bien
  • ·         Cuando el niño vaya a entrar al colegio Nava recomienda:
  • ·         Llegar temprano el primer día de clases para que el niño vea como los demás alumnos van entrando
  • ·         Que el niño vaya acompañado de mamá y papá el primer día, y si puede ir otro familiar
  • ·         Que la despedida sea corta, no dar indicaciones ya que eso da pie a que el niño comience a sentir nostalgia y a llorar
  • ·         Recoger a los niños con puntualidad para que el niño no se sienta abandonado
  • ·         En caso de que su niño llore, la psicóloga recomienda:
  • ·         Nunca ceder y llevarlo a casa porque se está dando un mensaje equivocado
  • ·         No amenazar al niño con castigos si no entra a la escuela
  • ·         No ofrecer regalos al niño por entrar a la escuela ya que eso generaría en el menor un comportamiento negativo para ser premiado
  • ·         Ir con el niño a un espacio del colegio que no sea la entrada de la escuela para ahí tranquilizarlo
  • ·         Hablar con el niño en palabras sencillas para explicarle que debe ir la escuela y que al igual que a los demás niños no le pasará nada
  • ·         Llevar al niño a su salón o dejar que una profesora lo lleve
  • ·         Nunca quedarse a ver al niño por una ventana o una reja ya que solo se prolonga el sentimiento de nostalgia en el menor.


Y aunque sea un paso difícil para los padres de familia, a menudo más que para los niños, Sandra asegura que el sentimiento de angustia y el llanto normalmente dura los primeros 10 a 15 minutos en el día del niño en la escuela, ya que después de un tiempo se adecuan a su entorno y terminan por integrarse normalmente.
Sin embargo, si su niño insistentemente no quiere ir al colegio después de un tiempo razonable, la especialista recomienda que hable con la profesora para conocer como es la interacción de su niño con los compañeros, si socializa, si juega o comparte, ya que de eso dependerá también en gran medida su desarrollo dentro de la escuela.

Pero sobre todo, Nava asegura que “un padre relajado, tendrá hijos relajados”, porque finalmente nuestros hijos son en gran medida nuestro espejo.
El miedo a la escuela es relativamente frecuente en un momento u otro del desarrollo evolutivo, y aunque a la mayoría de los niños les guste el colegio y estar con sus amigos, otros experimentarán una verdadera angustia al quedarse allí solos, sin sus papás.
El rechazo a la escuela suele ocurrir entre los 3 y los 4 años, es decir, al comienzo del colegio, de forma repentina y manifestándose en forma de quejas: “la profesora es muy antipática”, “la comida está muy mala”, lo que trae como consecuencia una actitud de desgana a la hora de ir al colegio, produciéndose cada mañana el mismo drama: inventan excusas para no tener que ir, como dolores de cabeza o de tripa, lloran, no se sueltan de sus padres…

En primer lugar, para saber cómo actuar, hay que conocer las causas de esta situación, principalmente, hablando con el niño de forma firme y cariñosa, ya que hay que explicarle que es necesario ir al colegio pero que podrá contar con sus padres en caso de tener algún problema. Entre las causas más comunes de este rechazo se encuentran:
• No quiere separarse de sus padres, ya que con ellos se siente seguro y recibe todo lo que necesita en cada momento. Además, esta negativa al colegio suele darse principalmente en niños que se encuentran muy apegados a su familia, por lo que les cuesta más establecer vínculos con otras personas.
• Temor al colegio o a sus compañeros por algo que le disgusta, algún niño de clase que le molesta o porque todavía no tiene amigos.
• Algunos niños se sienten cohibidos o intimidados al encontrarse en una clase con muchos alumnos más.
• No se ve a la altura de realizar las actividades que le manda el profesor, le han regañado por hacer algo que no debía u otros problemas académicos similares.

Aunque esta situación no suele prolongarse demasiado en el tiempo y el niño terminará por superarla, es necesario saber cómo actuar para evitar que todas las mañanas ocurra el mismo problema:
Ten paciencia ya que todo cambio necesita de un periodo de adaptación y pronto tu pequeño acabará superándolo. Sin embargo, de no ser así, acude a un especialista en busca de ayuda para evitar que tu hijo desarrolle un miedo intenso al colegio.

jueves, abril 18, 2013

Lactancia, aprender a amamantar ¿Tenes Problemas con la lactancia?


Para las madres primerizas, dar el pecho es un gran misterio difícil de afrontar, además de una gran responsabilidad, puesto que hacerlo incorrectamente supondrá no estar alimentando adecuadamente a nuestro bebé. Saber cuál es la mejor postura, cuánta cantidad darle, qué se debe comer y qué no, qué hacer cuando se vuelve al trabajo… son muchas las inquietudes que rodean este tema, pero para todas ellas hay una solución


 ¿Cuál es la mejor postura?
La mejor es aquella que te permita estar cómoda y relajada. Lo más adecuado es que el cuerpo de la madre y el bebé estén frente a frente. Suele ser más placentero apoyar la espalda y los brazos en una almohada. También se le puede dar el pecho tumbada, especialmente los primeros días tras el parto y en las tomas nocturnas.
Además de la posición, también se debe cuidar el ambiente. Es muy recomendable intentar elegir un lugar tranquilo, con luz suave, para estar relajada y dedicar así el tiempo necesario al amamantamiento.
Para saber si el niño está bien enganchado, tu cuello debe quedar derecho y ligeramente curvado hacia atrás, y su cuerpo estar vuelto hacia ti, cerca del tuyo y bien apoyado. La cabeza, el hombro y el cuerpo de tu bebé deben estar en lí¬nea recta. El recién nacido debe ser capaz de prenderse a tu pecho sin tenerse que estirar o torcer.

Acerca a tu niño al pecho y toca su labio inferior con el pezón. En cuanto abra la boca, empújale hacia ti para que se prenda. Tu pezón debe estar dirigido hacia el paladar de su boquita. Sabrás que lo has hecho correctamente si se cumple lo siguiente:
- El mentón del bebé está tocando el pecho.
- Su boca está muy abierta.
- Su labio inferior se vuelve hacia fuera.
- Puedes ver más superficie de la areola por encima que por debajo de su boquita.
- No sientes ningún dolor.


 Un bebé que mama correctamente empieza con sorbitos breves y continúa con sorbitos profundos lentos con pausas. Puedes ver y oír cómo traga. Además, dar el pecho no te debe causar dolor. Un pezón algo sensible es normal durante los primeros días, pero pezones dañados, sangrientos o agrietados no son lo normal. Y no lo olvides: ¡lleva el niño al pecho y no el pecho al niño!

¿Cuándo hay que darle el pecho?
Lo mejor, al menos las primeras semanas, es darle de mamar cuando lo pida y olvidarse de horarios. La mayoría de recién nacidos a término y sanos saben perfectamente cuándo necesitan comer, durante cuánto tiempo y qué cantidad. Al principio, tu bebé hará unas 6 u 8 tomas al día. Dale el pecho con la frecuencia y la duración que quiera, también de noche. A medida que crezca, disminuirá la frecuencia de las sesiones.
Los bebés tardan aproximadamente 5 minutos en extraer prácticamente toda la leche y otros 5 en succionar la cremosa leche del final de la toma. Lo que suma unos 10 minutos en cada pecho. En cualquier caso, depende de cada bebé y no estará mal nutrido si emplea menos tiempo. Y, por supuesto, si han pasado los 10 minutos y continúa tranquilamente mamando, nunca le retires el pecho.

Es importante que tu niño vacíe totalmente un pecho antes de ofrecerle el otro, puesto que la leche del final es más rica en grasa y tiene mayor aporte calórico, lo que le producirá mayor sensación de saciedad. Por ello el amamantamiento debe durar hasta que el bebé vacíe, al menos, un pecho; la siguiente toma siempre comenzará por la última mama que se le ofreció.

¿Cómo saber si engorda adecuadamente?
Esta es probablemente la mayor preocupación de cualquier madre, saber si su niño está ingiriendo la cantidad necesaria de leche y si su crecimiento es el adecuado. Para comprobarlo, hay una serie de indicaciones:
•    El bebé moja uno o dos pañales los primeros días, mientras está recibiendo calostro.
•    Después, durante el tercer y cuarto día, de seis a ocho pañales.
•    Al menos de dos a cinco deposiciones cada 24 horas durante los primeros meses, aunque algunos bebés cambian a deposiciones menos frecuentes y mayores hacia las 6 semanas. 
•    Toma el pecho con frecuencia, un promedio de 6 a 10 sesiones cada 24 horas.
•    Se le oye tragar cuando está mamando.
•    Gana al menos de 120 a 210 g por semana tras el cuarto día después del parto.
•    Está despierto, activo, tiene buen aspecto, buen color y la piel tersa. Crece en longitud y su cabeza aumenta de tamaño.

Aún así, el crecimiento del niño debe controlarlo el pediatra. No debes obsesionarte con el tema y pesarle cada día en la farmacia. De hecho, pasado el primer mes no es necesario pesarle cada semana, salvo circunstancias especiales.

¿Qué hago si me pongo enferma?
Las enfermedades comunes, como un catarro, no impiden que sigas dando el pecho, aunque probablemente te encuentres más cansada. Pide ayuda para que te lleven al bebé a la cama o sácate la leche para poder dormir más horas y que tu pareja se encargue de darle alguna de las tomas. Algunos medicamentos sí están contraindicados durante la lactancia, consulta a tu médico antes de tomar cualquier fármaco.



¿Puedo beber alcohol?
No, el alcohol pasa a la leche al igual que a la sangre, por lo que le llegaría a tu bebé. Aunque antes se creía que la cerveza estimulaba la producción de leche, se ha demostrado que no es cierto, por lo que deberás esperar a dejar de dar de mamar a tu pequeño para poder volver a tomarte una copa de vino.

¿Puedo seguir amamantando si me quedo embarazada?
En principio sí se puede, no hay ningún inconveniente físico ni médico. El problema es que durante el embarazo hay niveles de estrógeno placentario y otras hormonas que disminuyen la producción de leche y cambian algo su sabor, se vuelve a producir calostro. Algunos niños notan esos cambios de sabor, lo rechazan y se destetan, otros no, y otros lo rechazan primero pero "se reenganchan" después. En otros casos a la madre le viene peor por ser sus pezones más sensibles, pero muchos niños siguen mamando y la succión remonta la producción de leche. Sí se debe dejar de dar el pecho cuando hay amenaza de aborto. Si se notan contracciones, la succión estimula la producción de oxitocina, por lo que en algunos casos será necesario suspender la lactancia.


¿Qué hacer cuando rechaza el pecho?
Normalmente, el bebé rechaza el pecho a causa de una mala postura, alguna enfermedad o, simplemente, porque prefiera el otro pecho. Una vez descartadas enfermedades o corregida la postura, un niño puede continuar alimentándose sólo de un seno. El único problema es que el tamaño de este pecho será mayor que el otro lo que puede llegar a ser un problema estético, que se corregirá solo una vez se termine la lactancia.
El rechazo de ambos pechos puede ocurrir porque el niño esté enfermo (tiene la nariz tapada por mocos...) o, lo que es más frecuente, debido a algún cambio que le ha molestado y que ha podido pasar desapercibido: menstruación, nuevo embarazo, cambios en el sabor de la leche por los alimentos consumidos, cambio de jabón o desodorante, estrés materno, trastorno en la rutina del bebé, etc.


El rechazo bilateral suele ser pasajero, hay que tener un poco de paciencia y asegurar un ambiente relajado y tranquilo durante las tomas. También puedes probar a darle el pecho adormilado y probar diferentes posturas. Si nada funciona, existen una serie de trucos que puedes intentar, como untar de leche el pezón para animarle a que se agarre o extraerte la leche y ofrecérsela con un vaso o una cuchara (los biberones y tetinas pueden empeorar la situación).

La “crisis de los 3 meses”
A esta edad, los bebés suelen tener unos días raros, están más inquietos, lloran más, se agarran peor al pecho, duermen menos… Posiblemente esto se debe a la maduración de su cerebro.


En esta crisis de los 3 meses, el bebé reclama mamar más a menudo (lo que la madre interpreta como que tiene hambre), pero ella a su vez se nota el pecho menos lleno. El resultado es que muchas madres deciden dejar de dar de mamar, lo cual es un error.

En realidad, el bebé pide más porque está creciendo y su apetito aumenta, y la madre nota menos leche porque a esa edad la producción se ha adaptado ya a las necesidades del bebé, ya no gotea, ni se tienen los pechos tan llenos, ni se nota tanto la subida de leche... Además, el lactante vacía el pecho con más eficacia, tarda menos tiempo y hace más rápida la toma.

De modo que lo adecuado es intentar adaptarse al bebé. Si pide más pecho porque necesita comer más, la solución es ponerlo más tiempo para que aumente la producción. Si en lugar de pecho le damos un biberón, esto hará que no aumente la leche y empeorará las cosas.

Mi hijo me muerde ¿qué debo hacer?
Como es muy doloroso, lo más normal es que reacciones con violencia y te enfades, pero no debes gritarle al niño ni regañarle, está claro que él no se da cuenta del daño que te produce. Para lograr que no vuelva a pasar, debes:
1.- Decir “¡No!” seco y claro.
2.- Poner cara seria mirándole a los ojos.
3.- Quitarle el pecho de la boca (pero sin quitarlo del regazo).
Los mensajes no verbales (gestos) refuerzan tus palabras y ayudan al bebé a comprender. A fin de cuentas, es pequeño y no sabe que duele... Luego debes ofrecerle el pecho de nuevo a la vez que dices "no muerdas". Suele ser necesario repetir pero en pocas sesiones aprenden la lección. Si se asusta cuando le digas “¡No!”, consuélale pero sin ponerle a mamar al momento. Espera que se tranquilice antes de ofrecerle el pecho.

Tengo el pezón plano o invertido, ¿podré dar de mamar?
La forma del pezón no suele representar un problema para la lactancia. La mayoría de los casos de pezones planos se solucionan cuando el bebé empieza a mamar, aunque hace falta un poco de ayuda los primeros días para que el recién nacido se agarre al pecho.
Puedes hacer una prueba: aprieta con los dedos índice y pulgar en dos puntos opuestos de la areola y observa qué ocurre con el pezón:

• Si sale hacia fuera, no es un pezón invertido, solo aplanado. Se resolverá poco a poco.
• Si se hunde más, es un pezón invertido "verdadero" (no protráctil) y será más difícil conseguir que el niño se coja bien, pero no imposible.

En el primer caso, lo que habrá que cuidar al principio de la lactancia es que el bebé abra mucho la boca, luego, al iniciar la succión se crea un vacío y el pezón va saliendo poco a poco. También se han diseñado dispositivos para sacar el pezón, por medio del vacío.

En el segundo caso, el pezón por dentro de la areola dificulta que el pequeño se coja, por tanto puede ser necesario recurrir al sacaleches. También puede intentarse con pezonera los primeros días; en muchos casos esto consigue que el bebé aprenda a cogerse y va formando algo de pezón. Aunque no son esenciales y no siempre son eficaces, causando en algunas mujeres molestias y dolor. Si es tu caso no las emplees.
Sólo en raras ocasiones la lactancia no es posible directamente del pecho.

Me duele mucho el pecho
Un pecho puede inflamarse y doler por varios motivos: ingurgitación u obstrucción de un conducto e infección (mastitis).
La ingurgitación ocurre cuando los pechos producen más leche de la que el lactante extrae, aumentando ambos de tamaño y provocando dolor. Esto suele ocurrir al comienzo de la lactancia con la “subida de la leche”. Se da más frecuentemente en el primer hijo y cuando durante los primeros días se amamanta al bebé con horarios rígidos y pocas tomas al día o se le ofrecen suplementos de suero. En épocas posteriores de la lactancia es más raro, pero puede pasar si hay separación momentánea de madre y lactante o si el bebé mama menos por enfermedad u otro problema.
La solución es simple: extraer la leche (amamantando o con sacaleches) y calmar el dolor (antiinflamatorios y frío local).

La mastitis es la obstrucción de los conductos, normalmente provocada por una infección, en una parte de un pecho que está más roja y endurecida de lo normal y provoca dolor localizado. Se puede acompañar de fiebre y molestias como las de la gripe (dolor de huesos y articulaciones). El tratamiento fundamental será el mismo de la ingurgitación: extraer la leche con mucha frecuencia y calmar el dolor mediante antiinflamatorios. A menudo es también útil masajear la zona inflamada con suaves presiones hacia el pezón, tras aplicar calor en la zona. Si el amamantamiento resulta muy doloroso en el pecho afectado, se le puede ofrecer primero el otro al bebé para que las primeras succiones, que son más vigorosas, las realice en el pecho que no duele. En cuanto se note la subida de la leche, se cambiará al bebé de mama para que vacíe mejor el pecho infectado.

La leche del seno enfermo es ligeramente más salada, por lo que puede haber problemas de rechazo del lactante a mamar de ese lado, lo que obligaría a la utilización más frecuente del sacaleches.
Si el problema no se resuelve en 24 horas, habría que tratar la infección con antibióticos, que suelen ser compatibles con la lactancia.

Tengo poca leche
En general, todas las madres producen la cantidad exacta de leche que necesitan sus bebés. Cuando una madre nota que tiene poca leche, lo habitual es que se deba a que la posición al dar de mamar es incorrecta, por lo que el bebé no vacía bien las mamas y éstas dejan de producir la cantidad necesaria; que la madre no sienta la “subida” y crea que tiene poca cantidad aunque no sea así; o que el niño haya crecido y necesite más cantidad.

Para solucionar este problema, se debe poner al pequeño a mamar siempre que lo requiera y asegurarse de que se agarra bien. Dándole el pecho a menudo, se estimula la producción y se asegura el funcionamiento de las hormonas de la lactancia. Puede ser útil, además, usar un sacaleches para vaciar del todo los pechos y estimularlos a que fabriquen más.

¿Y si son gemelos?

Como decíamos antes, el cuerpo es muy sabio y produce la cantidad necesaria para alimentar a un bebé, por lo que si vienen dos, se producirá el doble. Simplemente, tendrás que cogerle el truco y podrás incluso darles de mamar al mismo tiempo.

Al principio conviene que se enganchen al pecho por separado. Te resultará más fácil y además te permitirá conocer a cada uno. Cuando tengas más maña, puedes amamantarlos al mismo tiempo. Para ello túmbales de lado, uno bajo cada brazo y con las cabezas hacia delante, apoyadas en almohadones. Si uno come más deprisa, ponle al pecho en último lugar, así estimulará la producción de leche.

¿Hay que darle agua?
Normalmente, con el pecho no hace falta darle agua, incluso en climas muy calurosos, pero cuando empieza con la alimentación complementaria sí se puede comenzar a ofrecérsela.

martes, abril 16, 2013

Cuando nuestro niño que no quiere comer


La pérdida de apetito en un niño pequeño se vive, muchas veces, como una amenaza para su salud. Cuando un niño está enfermo, es normal que pierda las ganas de comer, sin embargo nos referiremos aquí a la situación en la que la inapetencia es el problema principal, en un niño, por lo demás, sano.

¿Por qué no come un niño/a?
El acto de comer es una conducta que pretende cubrir tanto necesidades nutricionales como afectivas. Cuando un niño deja de comer, puede estar reflejando algunas dificultades de adaptación en su vida cotidiana. Un niño pequeño no sabe convencernos con sus palabras cuando quiere conseguir algo importante, como lo es para él, nuestra atención. Un buen “argumento” para captar nuestro interés puede ser, simplemente, no comer. Entre los 2 y los 6 años la mayor parte de los niños pasan por más de un episodio de inapetencia que se resuelven de forma espontánea sin originar ningún problema (salvo a sus padres).

Cuando esta situación se plantea, los padres se enfrentan a algunos miedos muy arraigados culturalmente, especialmente si es el primer hijo: “Si no come todo el plato, no se alimenta bien”, “no come todo lo que debe”, ”si no come, se morirá”, “si no fuera por mi insistencia, ya estaría enfermo por no comer”...
Un niño sano al que se le ofrece regularmente una comida adecuada, no se alimenta mal, aunque tome muy poca cantidad e incluso algún día casi no coma nada. Se le debe ofrecer una dieta variada y completa, y según las edades, las raciones serán de mayor o menor tamaño.

¿Cómo podemos valorar si la alimentación es adecuada? 
Por ejemplo, anotando lo que come durante una semana; con este registro se puede estimar muy bien la diversidad de la dieta. El mismo sistema se puede emplear cuando queramos ampliar la variedad de su dieta.
Si no come, no sirve de mucho insistir o castigarle, es mejor emplear una actitud más neutra, quitándole importancia al hecho de no comer. De la misma forma, tampoco se le debe premiar el que coma, pues le haríamos entender que cuando come nos hace un favor y estamos favoreciendo la manipulación (el niño premiará a sus padres comiendo y los castigará negándose a abrir la boca, si ellos se lo piden).


Con frecuencia, los padres se extrañan de que su hijo coma bien, incluso alimentos que en su casa no prueba, cuando quien le da de comer no es la persona habitual o cuando lo hace en el comedor de la guardería o el colegio. En realidad, este hecho no refleja más que el problema de relación con la comida que se ha establecido en la familia y que es una cuestión de hábitos que se pueden mejorar.
Hay que tener presente que no es raro que un niño que durante los primeros años fue inapetente, con el paso de los años sea un adolescente obeso.

¿Cómo ayudarle a comer mejor?
Proponga un menú escrito para toda la semana. Este menú, si el niño tiene más de dos años, será el mismo que el resto de la familia. El escribirlo evitará que se hagan cambios para adaptarse más a sus gustos, en el caso de que no quiera comérselo. Los niños se sienten mejor si se respetan sus rutinas. Les ayuda a centrarse el comer siempre en los mismos lugares. Si una vez come en la cocina, otra en el salón y al día siguiente en casa de la abuela, se distrae mucho.



Para comer es mejor no distraerlo, por eso la televisión no debe ser su compañero habitual en la comida. Si durante ese momento proliferan los juegos, cuentos o disfraces, tenderá a prolongarlo para que dure más la “función”. Nosotros mismos le estaremos apartando del objetivo de ese momento del día, que es comer.
Hay que limitarles el tiempo. Los niños pequeños no suelen tener buenas referencias del tiempo que emplean en hacer algo. Para ayudarles se les puede poner un cronómetro de cocina, de los que se emplean para controlar el tiempo de cocción de los alimentos. Un niño come “sin agobios” en 30 minutos, si se le marca ese tiempo en el reloj de cocina, cuenta con un modo de guiarse. Por supuesto que si necesitan un poco de tiempo más, se debe ser flexible, pero han de contar con la referencia de que existe un tiempo límite para lo que hacen.

Cuando le propongamos un menú, no tiene por qué aceptarlo. Pero si no quiere comer, no le debemos ofrecer un plato alternativo. Si el niño tiene una actitud de rechazo hacia el alimento, el que coma no dependerá de que le ofrezcamos muchos platos distintos, los acabará rechazando todos. Le ofreceremos una sola comida y si no quiere, pues no pasa nada. Se queda sin comer y no se le da otro plato distinto, pero sin dramas ni castigos. A un niño sano no le pasa nada si no le insistimos, ni le reñimos por no comer.
Nuestro papel es ofrecerles de comer, no conseguir que coma todo lo que se le pone por delante. Si insistimos mucho, le incentivamos a que no coma (busca estar más tiempo con nosotros, aunque se le riña; la comida o mejor dicho el no comer, se convierte en el medio para captar nuestra atención).


Para conseguir que tome un alimento nuevo, haremos lo mismo: sólo se lo ofreceremos, sin una mayor insistencia por nuestra parte. Probablemente las primeras veces lo rechace, pero cuando el plato se repite, si no se le ha forzado antes, suele aceptarlo. Démosle tiempo, pero no otro alimento alternativo. Casi todo el mundo tiene alguna comida que le gusta menos, eso se le debe respetar, pero sin afectar a grupos completos de alimentos (que “no quiero ninguna verdura”). Será mucho mas fácil lograr que tenga una dieta equilibrada si el niño está acostumbrado a ver a los adultos de la casa tomar esos mismos alimentos. Si nunca ve a sus padres tomar verduras pensará, de modo más o menos consciente, que deben tener “algo malo”, porque si no, sus padres las comerían.

No forzar es la clave para conseguir que los niños no vayan a la comida como a una batalla, pero para poder ayudarles es necesario también enseñarles a comer. Esto se consigue en gran parte por imitación y evitando que ellos seleccionen las comidas, eligiendo siempre las mismas. (“Hoy hay lentejas, si quieres las tomas y si no... las dejas” :-)


¿Cuál es el papel de los medicamentos para aumentar las ganas de comer?
 Existen un medicamentos conocidos como antihistamínicos que, entre otros efectos, provocan habitualmente un aumento del apetito en quien los toma. Este efecto es temporal y disminuye con el uso y el paso de los días. Estos fármacos, al mismo tiempo que pueden aumentar transitoriamente el apetito, dan lugar casi siempre a somnolencia. Salvo en casos muy concretos, no es muy recomendable su uso. La solución a largo plazo debe centrarse en la reeducación de la conducta de la familia (cambiar los hábitos del niño, los padres ...y abuelos) ante la comida y la aceptación por los padres de la situación, sin considerarla una enfermedad que requiera de tratamiento con jarabes o pastillas. Simplemente su hijo es un inapetente, pero no un enfermo.


¿Cuándo consultar?
Si tiene dudas sobre el estado físico de su hijo o si aprecia síntomas como diarrea, vómitos o un dolor persistente, en relación con su pérdida de apetito. El pediatra de su hijo será quien le ayude a establecer la mejor forma de resolver la situación.

Recomendación final.
Aprendamos a sobrellevar con paciencia el “suplicio” de criar a un niño que no-me-come y veámoslo por el lado positivo: si no gasta en comida y está sano... nos sale más barato :-)
E-mail: marketing@pekelandia.com.py

TALLER PARA PADRES


Te invitamos a participar del primer Taller para Padres a realizarse próximamente.  ahí tendrás la posibilidad de charlar y consultar tus inquietudes con profesionales dispuestos a darte sugerencias en temas que te interesan para potenciar el cuidado de tu hijo/a.


También nos podes sugerir temas que te gustaría sean puestos en debate en nuestro taller. hazlos llegar a través de nuestras redes sociales. página web www.pekelandia.com.py, e-mail: marketing@pekelandia.com.py  o búscanos en facebook\pekelandiaguiainfantil, en twitter  @pekelandia2. te esperamos para que juntos hagamos un mundo mejor para nuestros hijos.



lunes, febrero 27, 2012

Un niño con problemas de aprendizaje no le falta Inteligencia

¿Cómo saber si mi hijo tiene problemas para aprender? ¿Mi hijo no es inteligente? 

A los niños que tienen problemas de aprendizaje no les falta inteligencia. Lo que les diferencia de los demás es que no consiguen hacer lo que ellos logran con el mismo nivel de inteligencia. Este problema es una de las razones por las que pueden llevar un niño a un fracaso escolar, y a muchos padres a una gran preocupación y decepción. Uno de cada 10 niños en edad escolar tiene problemas para aprender. 



Pero no me refiero a que tenga dificultades para aprender a multiplicar o a leer correctamente, o a realizar otra tarea puntual. A un niño con problemas de aprendizaje le cuesta captar, procesar y dominar las tareas así como todas las informaciones, para después desarrollarlas. Es importante identificar, observar y tratar los problemas de aprendizaje porque, de lo contrario los niños tendrán dificultades en su rendimiento escolar y en sus relaciones con otros niños, lo que podrá afectar a su autoestima.


El tratamiento de este problema debe empezar con un buen diagnostico, desde la atención y colaboración de los padres y maestros, con los psicólogos. A partir de ahí, se recomendará algunos medios y situaciones en las que deben situar al niño, en la escuela y en casa. Existen algunas señales que los padres pueden tener en cuenta a la hora de identificar un problema de aprendizaje en los niños, a partir de los 5 años:

Cuando el niño presenta dificultad para entender y seguir instrucciones
- Cuando existe el problema para recordar lo que se le acaba de decir
- Cuando el niño no domina las destrezas básicas de lectura, escritura y matemática
- Cuando no consigue distinguir la derecha de la izquierda, y confunde números como el 25 y el 52, o las letras b con la d, y el con el le.
- Cuando al niño le falta coordinación al caminar, hacer deportes, o incluso para dar un lazo al cordón de las zapatillas, o a sujetar bien un lápiz.
- Cuando suele perder o extraviar, fácilmente, los libros y los materiales escolares
- Cuando le cuesta entender y situarse en el ayer, hoy, y mañana.











Las Malas Costumbres de los Niños

Cómo y por qué algunos niños adquieren malos hábitos
Muchos padres no saben qué hacer para que sus hijos abandonen alguna mala costumbre como morderse las uñas, chuparse los dedosenrollarse  los pelos en el dedo, hurgarse la nariz, decir palabrotas, comerse las uñas, etc. Y muchos de ellos tienen razón en preocuparse ya que algunas costumbres que se inician en la infancia, pueden conservarse hasta la edad adulta. Además, por detrás de cada mala costumbre existe algo que pueda justificarla. Es decir que el mal hábito puede ser apenas una forma que el niño tenga de expresar algo que le esté molestando.

Es necesario estar atento y, siempre que sea posible, se debe cortar lo malo por la raíz. Pero sin agobios ni ansiedades, porque en este caso los resultados pueden no ser nada buenos. Con paciencia, determinación y mucho cariño, todo se soluciona para el bien de los niños. Según el Dr. Pedro Barreda, de padiatraldia, no todas las manías o actos repetitivos son motivo de preocupación. Dependen de la edad del niño, de las circunstancias y de la frecuencia con que aparezca el habito. A veces sencillamente se tratan de gestos que pertenecen a su lenguaje corporal.

 

¿Cómo un niño adquiere un mal hábito?
Existen algunos motivos por los que un niño empieza a repetir una mala acción. Una de las vías para adquirir un mal hábito es la imitación. Los niños, principalmente los más pequeños, aprenden imitando. En casa, los niños imitan a sus padres y/o hermanos. En la escuela, a sus compañeros. Si el niño, no todos, convive con alguien que guiña los ojos a cada tres por cuatro, es probable que con el tiempo llegue a imitarlo e inconscientemente se inicia un hábito. Lo mismo ocurre si los padres de este niño están diciendo palabrotas todo el día. ¿Cómo querrán ellos que su hijo no aprendan lo mismo? Hay que introducir buenos hábitos en la vida de los niños, y todo empieza en la familia, en la casa.

Otra vía de adquisición de un mal hábito puede tratarse de señales que el niño emite cuando no encuentra ni tiene palabras para expresar lo que siente o lo que le preocupa. Acaban comunicándose a través de alguna mala costumbre. En niños mayores, lo mismo puede pasar si ellos no encuentran diálogo en la familia, o no son entendidos por sus padres. Acaban adquiriendo un mal hábito para llamarles la atención. Es probable que, en estos casos, el niño se desahogue en una mala acción que se convertirá, en muchos casos y con el tiempo, en un mal hábito.